lunes, 22 de junio de 2015




Si no es mala, ¿por qué no puedo fumar yo?




Decirles a los 15 años que la droga es mala ya sabemos que resulta poco menos que inútil. Pero dar a entender que es buena siempre lleva a que todo buen adolescente nos pregunte: “Si no es mala, ¿por qué no puedo fumar yo?”.
Dado que no podemos situar el cannabis en el terreno de las maldades absolutas, me temo que, desde el principio, hay que colocarlo entre las “bondades contradictorias”. Aquellas que son buenas y malas a la vez, o que dependen del “depende”. Es decir, situar el acercamiento a los porros en el terreno de las experiencias de la vida que aportan, que se sitúan en el haber vital, pero según y cómo. Situarlos en el terreno de las experiencias que tienen sus costes o sus contraprestaciones significativas. Bondades contradictorias porque ni se trata de agua destilada a gestionar de manera trivial, ni se trata de una realidad negativa de la que hay que hacer huir.

Como se supone que los educamos para pensar, no los dejamos ante la soledad del “tú mismo”. Les traspasamos la valoración de que hay otras muchas experiencias de vida satisfactorias que ahora les toca descubrir, que la relación con maría es una de ellas, pero no la más importante ni la más urgente. Además, lejos de las teorías discutibles sobre la inmadurez de su cerebro, miramos de hacerles pensar en cómo cuidar la parte más delicada de su cuerpo, la que tiene que ver con lo que son, sienten, comprenden. Para ellos y para nosotros el argumento también es simple: vigila qué y cuánto te metes porque la maquinaria se altera y la conducta, tu manera de ser, se modifica. Por eso es una droga y por eso se toma. Por eso siempre es mejor menos que más.

Para que ellos no se sientan atraídos por la idea de que los porros son buenos porque curan el cáncer o fastidian a las compañías tabaqueras, no nos queda más remedio que matizar, empujar a razonar. Así, nuestro discurso no puede ser que si dejan de estar prohibidos serán algo intrínsecamente bueno (a ellos y a ellas les encanta). El prohibicionismo es simplificación, pero la educación para aprender a relacionarse con las drogas se basa en la complejidad y la contradicción, no en una nueva simplificación.

Tomado de:
¿y que opinas tu? 

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